Decía hace un tiempo: "Desde aquello que llama nuestra atención, quizás desde muy pequeños, se perfila un camino de elecciones, aprendemos primero jugando, a descifrar este o aquel objeto, por alguna razón distraemos horas por el placer de apropiarnos de ese saber, por adquirir esa habilidad, esa destreza, y así vamos desarrollando herramientas y estrategias que nos preparan, para enfrentar nuevos desafíos, para atravesar nuevas "aventuras" que nos propone el diario vivir", en Las ciencias - Un camino.
En El entorno - Otro elemento agregaba: aprendemos por aquellas cosas que llaman nuestra atención, distraemos horas por el placer de apropiarnos de un saber, por adquirir una habilidad, una destreza; y las cosas que llaman nuestra atención, claro esta, depende no sólo por el lugar que ocupamos en nuestras familias, en la sociedad a la que pertenecemos, también el entorno geográfico puede resultar determinante en nuestro quehacer diario."
El entorno socio-cultural es otro condicionante para las elecciones, o para que un niño se vuelque hacia una actividad, quizás no tanto por razones propias como si circunstanciales. Nadia Comaneci estaría dentro de esta descripción, un ícono de la gimnasia artística que deslumbro al mundo a sus 14 años.
Nadia Elena Comaneci nació el 12 de noviembre de 1961 en Onesti, un pueblito perdido en los Cárpatos rumanos. Su padre era mecánico de automóviles y su madre empleada de oficinas. "Era una niña llena de energía que le encantaba explorar nuevas cosas y estar activa", escribió en su autobiografía (1981). "Yo era prácticamente incontrolable". Encontró una salida para toda su energía en la gimnasia, que comenzó a aprender en el kinder.
Bela Karolyi, renombrado entrenador de gimnasia rumano, vio en ella su perseverancia y seriedad, cuando ella tenía 6 años, y la descubrió en el patio de la escuela haciendo piruetas. Él fue quien la llevó al equipo juvenil rumano, para que destacara muy pronto.
Nadia Comaneci tuvo todo a los 14 años, había "domado" su cuerpo de manera tal que, éste llevaba a cabo con precisión lo que su mente dictaba. La "dureza" de los entrenamientos, a los que la sometía Bela Karolyi, solo podía ser asimilada por la inconsciencia adolescente.
En 1975 Nadia Comaneci participa de los Campeonatos de Europa, conquistando cuatro medallas de Oro. Sin embargo, la consagración mundial vino al año siguiente en los Juegos Olímpicos de Montreal - Canada, cuando alcanzó tres medallas de Oro con siete notas máximas.
La prueba de gimnasia de barras asimétricas, esperaba la actuación de una pequeña niña rumana de 14 años, de una estatura de 1,53 metros y 40 kilos de peso, al terminar el ejercicio clavando la salida, la menuda gimnasta rumana había hecho historia. El ejercicio perfecto se había consumado y el primer 10 de la gimnasia artística femenina brillaba en el marcador.
Aunque en realidad no fue así, porque los marcadores electrónicos de las puntuaciones, al no estar preparados para una actuación de tal calibre (tenían como máximo tres dígitos, una excelente puntuación correspondería un 9,95), reflejaron el anegdótico 1.00 que quedará para siempre en la memoria colectiva.
Este ejercicio sólo fue el prolegómeno de lo que quedaba por venir. Nadia Comaneci consiguió seis dieces más en los mismos Juegos Olímpicos, consiguiendo que el número 10 estuviera ligado de por vida a su nombre.
En aquellos Juegos Olímpicos consiguió tres medallas de oro (absoluta individual, asimétricas y barra), una de plata (por equipos) y un bronce en la especialidad de suelo. El periodista Juan José Fernandez escribe un artículo en el diario El País, que te invito a leer y cuyo encabezado reza:
Durante tres días de julio de 1976, una prometedora gimnasta rumana de 14 años dejó boquiabierto al mundo: Nadia Comaneci. Actuó con tal perfección que nadie ha olvidado ese momento desde entonces.
Nadia declaró a ProSport "De modo curioso, soñaba con los ejercicios que debía hacer antes de los concursos" y preciso que, en el sueño antes de su evolución calificada de 10 en Montreal, todo le había salido perfecto. Finalmente añadió que tiene la satisfacción de que la nota máxima en este deporte fuera asociado para siempre con Rumania.
Recibió de la mano del dictador Nicolae Ceaucescu, la máxima orden rumana de la época comunista, sin embargo, y sin quererlo ella, comenzó a ser un "tesoro nacional", en la Rumania del dictador Ceaucescu. Amada y custodiada tanto, que terminó siendo presa de la red de vigilancia del estado.
Un ojo que llegaba hasta su alcoba, Nico su esposo, era hijo del dictador, estas limitaciones también le trajeron algunos beneficios, puesto que gracias a pertenecer a la familia dictatorial podía incluir en su dieta alimentaria frutas y verduras, algo imposible de conseguir en aquel país.
En noviembre de 1989, la mejor gimnasta del mundo abandona Rumania, cruzando de manera ilegal la frontera Oeste. Su huida ocasionó duras persecuciones contra su familia, después de mucho andar llega a Estados Unidos, donde reside actualmente. Puedes ver más detalles de su vida en este sitio.
Es admirable el camino de esta niña llena de energía, considerada la mejor gimnasta de la historia, cómo pudo seguir adelante pese a las imposiciones de un régimen dictatorial, el tener que dejar a su familia, ... y poder lograr una vida propia.
Pero lo más importante es que hizo que fueramos conscientes de que, aunque sea por unos breves instantes, la perfección es posible.
Te invito a seguir disfrutando de esta disciplina de gracia y belleza, mira el siguiente vídeo, es un extracto de diferentes actuaciones, de gimnasia rítmica, sencillamente exquisito.
Como nota final cave decir que tuve la oportunidad de verla en persona, a principio de los años ochenta, no recuerdo bien el año, se presentó en Rosario - Argentina, ciudad distante unos setenta kilómetros de la ciudad donde vivo.
Llegamos al lugar una hora antes, y sin embargo, dada la cantidad de gente congregada, nos toco presenciar el espectáculo sentados en el suelo, al borde de la pista, junto a la viga de equilibrio.
Estar allí, con tamaños atletas, fue memorable. Recuerdo vívidamente el pie de aquella joven, los dedos de su pie eran tan flexibles que podían tomar la viga, me parecía irreal, comprendí entonces su arduo trabajo desde temprana edad, única forma de lograr semejante plasticidad, sencillamente excelente.
Admirada y ovacionada por multitudes, como aquella noche en Rosario, me dije entonces - cómo no hacerlo -. Sus exquisitos movimientos, su grácil figura y su encantador porte al andar, la hacían única. Inolvidable velada.
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