Como ya he mostrado, el neurocirujano Wilder Penfiel fue pionero en el estudio de estas impresiones supuestamente paranormales, cuando en el año 1955, mientras realizaba una operación de cerebro, al estimular una zona del cerebro el sujeto le dijo: "Estoy abandonando mi cuerpo", ver El cerebro-Otros datos.
También referí a los resultados de las pruebas que James Whinnery sometiera a pilotos de aviones de combate en la centrifugadora, quienes relataban cosas similares a las vividas por pilotos en vuelos reales, como el verse fuera del avión, sentados en un ala, verse justo encima de la cabina, mientras se ven a sí mismos desde arriba, mostrado en El Cerebro-Fenómenos Paranormales-Introducción.
“Si nos estimulan la corteza parietal derecha con un electrodo (mientras estamos despiertos y conscientes)”, escribe el prestigioso neurocientífico V. S. Ramachandran, “por un instante parecerá que flotamos cerca del techo y veremos nuestro cuerpo abajo”.
La experiencia de abandonar el propio cuerpo no sólo está asociada con las vivencias cercanas a la muerte, el consumo de algunas drogas como la ketamina o situaciones extremas como las que viven los pilotos de caza, también ha sido recreada en el laboratorio. La clave está en estimular una zona concreta del hemisferio derecho del cerebro conocida como giro angular.
Siguiendo los pasos del pionero Wilder Penfield, el neurólogo suizo Olaf Blanke, del Hospital Universitario de Ginebra, ha comprobado los efectos de la estimulación de esta zona en alguno de sus pacientes. En diciembre del año 2000, una mujer de 43 años llamada Heidi entró en el quirófano del doctor Blanke para tratar de encontrar una solución a su epilepsia. Como en otros muchos casos, los médicos colocaron decenas de electrodos en su cerebro y los fueron activando alternativamente hasta llegar al giro angular. La mujer se detuvo entonces y les dijo a los doctores que se encontraba en el techo del quirófano y que veía su propio cuerpo desde allí arriba. “Estoy en el techo”, exclamó, “estoy mirando hacia abajo, a mis piernas. Les veo a los tres”.
En el año 2007, The New England Journal of Medicine publicó una experiencia parecida a cargo de médicos británicos y holandeses. Una mujer de 63 años aquejada de tinnitus (un ruido persistente en el oído) reportó que estaba saliendo de su cuerpo cuando los electrodos estimularon su giro angular, y que se encontraba a sí misma desplazada 50 centímetros por detrás de su cuerpo y un poco a la izquierda. Las experiencias duraban alrededor de 17 segundos y se descartó cualquier efecto placebo.
Los científicos aseguran que estas áreas del cerebro están directamente relacionadas con la percepción que tenemos de nosotros mismos, la orientación y el equilibrio vestibular. Una estimulación del giro angular derecho puede alterar esta percepción y provocar esta especie de ilusión de encontrarse fuera de uno mismo.
¿Y las personas que lo experimentan sin estimulación “artificial” de la zona? “. Una explicación del fenómeno”, escribe Sandra Blakeslee (escritora de ciencia) en su libro “El mandala del cuerpo", “es la alteración en el flujo sanguíneo. Grandes arterias convergen cerca del giro angular dentro de nuestro cerebro. Si algo comprime esta área, nuestras sensaciones corporales pueden llegar a desorientarse. Podemos llegar a sentir que nuestro cuerpo está flotando sobre la mesa de operaciones o la escena de un accidente de tráfico”.
Otro fenómeno interesante es lo referido al "aura". Si hacemos caso a los parapsicólogos, parece que los seres humanos caminamos por la vida irradiando un halo de “energía vital” a nuestro alrededor, que ellos conocen como “aura”. Aparte de que la existencia del alma o de los “chakras” no se sostiene empíricamente, la ciencia empieza a encontrar otras posibles explicaciones a la percepción del fenómeno en algunas personas, relacionadas con una propiedad del cerebro conocida como sinestesia.
El grupo de investigación de Neurociencia Cognitiva de la Universidad de Granada lo define como: “una facultad poco común que tienen algunas personas, que consiste en experimentar sensaciones de una modalidad sensorial particular, a partir de estímulos de otra modalidad distinta”. Es decir, personas que ven una letra o una nota musical y la asocian automáticamente a un color, entre otras sensaciones.
Un estudio publicado en 2004 por el doctor Jamie Ward, de la Universidad de Londres, documentaba el caso de una paciente capaz de identificar auras de colores sobre las personas debido a un caso de sinestesia emoción-color. A pesar de que ella no creía tener ningún tipo de poder sobrenatural, identificaba las personas a las que conocía con un color determinado y esta respuesta emocional le hacía ver un “aura” alrededor de ellos cuando los tenía frente a sí.
Algunos neurocientíficos se plantean si este modo de sinestesia no puede estar detrás del fenómeno conocido durante siglos como aura. De este modo, lejos de tener que ver con vagas energías y espíritus indetectables, el aura tendría su origen en una peculiaridad del lóbulo parietal de algunas personas.
En cualquier caso, cada vez que se ha sometido públicamente a prueba la supuesta capacidad de uno de los autoproclamados “detectores de auras” los resultados han dado la razón a los escépticos.
El mago James Randi (presentado en Ilusión - Realidad y un mago) llevó a uno de estos individuos a su programa, y no fue capaz de asociar correctamente las personas que se escondían detrás de un biombo con sus respectivos halos energéticos.
En otros casos, los supuestos videntes no han sido capaces de saber siquiera que lo que se escondía detrás del biombo no era una persona sino un maniquí.
Otra de las experiencias esotéricas más conocidas tienen como protagonistas a los llamados “visitantes de dormitorio”. Criaturas demoníacas que poseen nuestro cuerpo, alienígenas que nos secuestran en mitad de la noche y nos someten a todo tipo de pruebas o vejaciones.
Afortunadamente, si ha tenido una de estas experiencia, parece casi descartado que sufra un trastorno mental grave. Lo que indica la ciencia es que casi con total certeza ha sido víctima de un episodio de “parálisis del sueño”.
Mientras dormimos, nuestro cuerpo queda parcialmente paralizado, entre otras cosas, para evitar sobresaltos innecesarios y que nos pongamos a dar pedales si soñamos que estamos subiendo una montaña. En ocasiones, en este estado “hipnogógico”, la persona recobra momentáneamente la conciencia y sigue paralizado durante un buen rato.
En este estado entre la vigilia y el sueño se producen alucinaciones bien documentadas en los laboratorios del sueño. La persona no se puede mover y siente que la trasladan o que seres imaginarios la secuestran y manipulan. Aunque la víctima asegura estar despierta y recordar todo lo que sucedía a su alrededor, los experimentos demuestran que buena parte de los sujetos ni siquiera abre los ojos.
Estas alucinaciones han sido interpretadas de diferente manera en función de la época y la cultura. En la sociedad occidental, al cambiar los parámetros culturales, se cree que muchos de los testimonios de supuestas abducciones alienígenas no son más que una reinterpretación de este mito causado por la parálisis del sueño y por el fenómeno de los “falsos recuerdos”.
La evolución de nuestro cerebro le ha llevado a desarrollar algunas características muy peculiares pero esenciales para nuestra supervivencia. Por un lado tiende a recopilar los fragmentos de información y a completar los huecos, y por otro es especialmente bueno en el reconocimiento de caras. Éstas y otras características explican un fenómeno conocido como "pareidolia", el que lleva a algunas personas a distinguir la cara de un santo en las humedades del techo o los ojos y la boca del hombre en la Luna. Es decir, vemos caras o patrones reconocibles donde sólo hay estímulos al azar.
De acuerdo con la neurociencia, el fenómeno psicológico de la pareidolia está detrás de experiencias paranormales tan variadas como las apariciones marianas, la visión de ovnis o las experiencias con fantasmas. Como sucedía con las visiones de dormitorio, tendemos a interpretar estos sucesos en función de unos patrones culturales que ya tenemos y que el cerebro utiliza a modo de filtro.
Este tipo de ilusiones no son solo visuales, sino también auditivas. El famoso experimento del psicólogo Christopher French, que en España emula con gran éxito al periodista Luis Alfonso Gámez, consiste en reproducir un fragmento al revés de una canción de Led Zepelin ante un auditorio. Cuando el experimentador da unas pautas para interpretarlo en términos satánicos, nuestro cerebro ya no puede dejar de oírlo.
Todos estos fenómenos, y muchos otros, empiezan a ser aclarados a la luz de la neurociencia y otras ramas experimentales.
El conocimiento de nuestro cerebro permitirá algún día conocer perfectamente los mecanismos que nos llevan a extremos como la visión de alienígenas, fantasmas y a generar todo tipo de supersticiones.
Si existe algo real fuera de nuestras propias imaginaciones, sin duda se investigará. Hasta entonces habrá que tener una mirada cautelosa de todo aquello que no podemos explicar con nuestra experiencia, ni con el conocimiento que disponemos.
Para terminar y parafraseando lo dicho por el Doctor Rubio, en la entrada anterior: "La interpretación que cada uno le dé a estos fenómenos, forma parte de nuestro esquema cognitivo particular. Aquello que cada uno ha decidido, o le han enseñado a creer. Un escéptico lo explicará como algo neurológico, una persona religiosa no dudará en explicarlo como un hecho celestial."
He compartido parte del artículo de la Revista Quo a fin de que cuentes con más información sobre estos temas tan sutiles y así puedas sortear con más facilidad a los timadores.
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