Al comenzar el año mostré varias entradas referidas a la risa, en Aliada de la vida describí la fisiología de la risa, dada por el doctor G. V. N Dearborn, en un trabajo presentado el primero de junio del año 1900, donde muestra los dos aspecto el externo y el interno.
En A entrenar mostré el efecto que la risa tiene sobre la salud, siendo Norman Cousins el primero que la uso como parte de su terápia. En la entrada Risoterapia referí a la terapéutica en base a la risa y por último en Optimismo y Entusiasmo se dijo podemos - y debemos - aprender a ser optimistas, porque tiene que ver, fundamentalmente, con cómo interpretamos la realidad.
Todas las entradas citadas tienen un enfoque fisiológico, es decir, desde la mirada de la ciencia que estudia las funciones de los seres orgánicos, sin embargo, hay otros enfoques que agregarán más elementos, y que traigo aquí, como lo hice con su contracara la tristeza, porque algunos me resultaron inéditos, otros por resultarme didácticos y minuciosos en su detalle.
En todas se destaca la importancia de la práctica de la risa, no sólo por la salud física, también por la emocional. Un viejo consejo chino afirma que "Para estar sano hay que reír 30 veces al día". Los expertos dicen que vale con 3, siempre y cuando cada sesión dure al menos, un minuto.
Saber más sobre las emociones enriquece necesariamente nuestra mirada, seguramente algunas veces pondrá en cuestión nuestras creencias, lo cual no significa tener que cambiarlas, tampoco negarlas, simplemente adquirir una mayor flexibilidad cuando "juzgamos" nuestros sentimientos. El valor del conocimiento esta, en que nos vuelve más tolerantes con nosotros mismos, abre un espacio de conciencia, ilumina partes de nuestro ser, liberándonos de pensamientos y acciones que se han transformado en hábitos, más que en herramientas de crecimiento.
La risa es la reacción biológica de los humanos a momentos o situaciones de humor, una expresión externa de diversión. Se dice que Quien nos hace reír tiene la capacidad de hacernos sentir amados.
¿Qué es lo que provoca ese curioso complejo de movimiento, alteración respiratoria, expresión facial, sonido y placentera sensación que denominamos risa? se pregunta Eduardo Jáuregui, doctor en Ciencias Políticas y Sociales que realizó su tesis sobre la risa. Veamos.
Ésta es una pregunta que ha intrigado a los más grandes pensadores, desde Aristóteles hasta Freud. A pesar de ello, y a pesar de una creciente investigación empírica del fenómeno en el campo del humour research, seguimos sin una buena respuesta al enigma. Son cuatro las explicaciones más conocidas: las teorías de la superioridad, de la incongruidad, de la catarsis y del juego (play).
El primer exponente claro de la teoría de la superioridad fue Thomas Hobbes, quien sostuvo que la risa es el resultado directo de la percepción de que otra persona es inferior a uno mismo. Por ejemplo, un amigo se choca contra una farola, un músico falla una nota o un actor cómico hace el papel de tonto o incompetente.
Para los teóricos de la incongruidad, como Kant y Schopenhauer, la risa se dispara cuando el sujeto percibe dos elementos contrarios o incompatibles, que por algún motivo aparecen unidos, como en el típico chiste de doble sentido o los contrastes de lo absurdo.
Una tercera explicación, la catarsis - sostenida por Herbert Spencer y Sigmund Freud entre otros - es que la risa libera alguna tensión o sentimiento acumulado, como parece suceder con los chistes verdes o agresivos, con la risa nerviosa y con las jocosas peleas y persecuciones de los niños.
Finalmente, la teoría del play - en los últimos años defendida por Michael Mulkay - considera que cualquier cosa puede volverse graciosa con sólo tomársela a broma, como algo no serio.
Hoy en día, pocos creen que una de estas teorías puede explicar la variadísima gama de estímulos que provocan la risa, desde El Quijote hasta las cosquillas. Cada explicación parece plausible en referencia a algunos casos. La mayoría de los humour researchers opinan que seguramente existen varios tipos de risa, aunque tampoco suelen tener muy claro el modo preciso de construir la tipología.
Hace falta recuperar una quinta teoría, que denomino la teoría del desacreditamiento. Aunque poco conocida, esta teoría es muy vecina a las ideas sobre el tema de Henri Bergson, Luigi Pirandello, Platón y el propio Aristóteles, cuyo Tratado sobre la comedia nunca se ha encontrado (excepto en El Nombre de la Rosa de Umberto Eco).
En una frase, se podría resumir así: nos reímos de la persona que resulta no ser quien dice ser. Hacer el ridículo significa hacer algo que desacredita el papel que desempeñamos frente a los demás, sea en una afirmación específica (la caída que claramente finge un futbolista) o sea en relación al papel que todos desempeñamos de persona relativamente inteligente, sensata, coordinada y educada.
Los tropiezos, los despistes, las meteduras de pata, las braguetas abiertas, los comportamientos ilícitos o indecentes que fotografía un paparazzi, o que observa un cualquiera accidentalmente, muestran una parte de la persona que normalmente, y por costumbre, intentamos disfrazar o esconder.
La sátira, la inocentada y el humor crítico son géneros en los que el humorista intenta arrancar la máscara social a su víctima, dejarla en ropa interior. En cuanto a esos juegos de palabras inocentes, los chistes, las ironías, ilusiones ópticas, trucos, coincidencias, absurdos y demás, creo que causan un momentáneo error cognitivo en el observador. Los chistes están diseñados para engañar al público, para hacerle creer durante al menos un instante algo imposible, falso o absurdo.
En estos casos nos reímos de nosotros mismos por caer en la trampa que nos tiende el humorista, o al menos de la parte de nosotros que se pudo creer tamaña locura. El tema es complejo y aquí no hay espacio para entrar en toda su complejidad. Yo animaría al lector interesado a hacer sus propias reflexiones y especialmente a practicar la autoobservación, porque en este campo podemos ser todos científicos y a la vez conejillos de indias.
Hasta aquí el trabajo de Eduardo Jáuregui, pero tomando lo dicho al referir a la teoría del desacreditamiento, donde refiere a la proximidad con las ideas de Henri Bergson, resulta atrayente sino interesante el enfoque de Henri Bergson, filósofo francés, llamado el filósofo de la intuición, que presenté en la entrada El tiempo en la filosofía moderna. Bergson realizó un trabajo titulado "La Risa o el significado de lo cómico", publicado el 1 de febrero de 1899.
Comienza diciendo: Fuera de lo que es propiamente humano, no hay nada cómico. Un paisaje podrá ser bello, sublime, insignificante o feo, pero nunca ridículo. Si reímos a la vista de un animal, será por haber sorprendido en él una actitud o una expresión humana.
Nos reímos de un sombrero, no porque el fieltro o la paja de que se componen motiven por sí mismos nuestra risa, sino por la forma que los hombres le dieron, por el capricho humano en que se moldeó. No me explico que un hecho tan importante, dentro de su sencillez, no haya fijado más la atención de los filósofos. Muchos han definido al hombre como "un animal que ríe".
Interesante el comienzo de esta mirada de Bergson, pero será tema de otra entrada. Para terminar quiero repetir la frase apuntada más arriba.
Quien nos hace reír tiene la capacidad de hacernos sentir amados
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