Retomando el tema del lenguaje, dije en entrada anterior que el lenguaje es el primer patrimonio familiar que recibe el recién nacido, a quien le acompaña desde la cuna hasta la tumba, y es la herencia que transmite a su descendencia.
Otro artículo de Víctor Montoya, sobre el lenguaje, llama mi atención, ya que describe las diferentes etapas que el niño atraviesa en la adquisición del lenguaje. Aquí transcribo parte de ese artículo, para ilustrar algo que damos por hecho, y sin embargo, resulta interesante darse cuenta cómo se va desarrollando.
El niño, apenas nace, grita porque tiene hambre, dolor o molestias. Los gritos se diferencian y los padres aprenden a diferenciar los gritos, para saber qué es lo que tiene o quiere. "Con un grito entra el niño en la vida - dice Otto Elgelmayer -
Las expresiones sonoras durante los primeros días y semanas (mezclados con gritos, más tarde sonidos y gorjeos), que ocupan en un principio la mayor parte de la vigilia, son acciones instintivas tan certeras en su aspecto funcional como el mamar" (Elgelmayer, O., 1970, p. 112)
El desarrollo del lenguaje infantil, en el período prelingüístico (aproximadamente hasta los cinco meses), se manifiesta a través de ruidos y balbuceos; un gesto que, si el niño está alegre, se transforma en risa. Durante las primeras semanas, el niño emite sonidos que sirven como señales en su ámbito y aprende a identificar la voz humana.
En la etapa del balbuceo comienza a articular sonidos aislados, a manera de garabato verbal. A los dos meses es capaz de diferenciar las voces de su entorno, y los sonidos fuertes de los débiles. Más después produce todos los sonidos que puede emitir la voz humana y enlaza sílabas con vocales abiertas (a, e, o), consonantes explosivas (p, b, d) y consonantes nasales (m, n).
La primera vocal que aprende es la (a) y la consonante (b, d, m y p) cuya unión forman las sílabas: ba, da, ma y pa. De ahí que la primera palabra que cae de su boca, como un fruto maduro, es la palabra "mamá", cuya pronunciación conlleva varios significados: "mamá, mira"; "mamá, lleva"; "mamá, viene"; "mamá, ¿dónde estás?"; y así sucesivamente.
Cerca de los seis meses aparecen las llamadas "pseudo palabras", compuestas de algunas sílabas unificadas por el acento, la entonación y una articulación única. El cambio cuantitativo y cualitativo en el lenguaje del niño, entre los ocho y doce meses, se refleja en el surgimiento de un fenómeno lingüístico que se podría denominar "fonética sintagmática". Es decir, "se reproduce la estructura sonora de la palabra", o solamente el esquema silábico de la palabra acentuada, sin intento alguno de aproximación al sonido real (ejemplo ‘nanana’ por ‘medicina’).
Característica particularmente esencial de este período es la arbitrariedad del lenguaje (que; por lo demás, no se extiende a la pronunciación de sonidos aislados). En este período los sonidos adquieren una característica relevante, o sea que la composición sonora del lenguaje del niño es correlativa a la composición sonora del idioma correspondiente". (Petrovski, A., 1980, p. 201)
En el período "mono-verbal", tanto en lo fonético como en lo semántico, el niño produce palabras onomatopéyicas, que expresan deseos y hechos concretos, ya que el desarrollo idiomático y motriz están interrelacionados.
Después aprende a pronunciar palabras compuestas por los sonidos reflexivos. Este aprendizaje se realiza sin que el niño se dé cuenta de ello, repitiendo las palabras que escucha en su entorno. Estas palabras, que en principio no tienen sentido para el niño, cobran poco a poco su significado real.
La primera palabra que cae de su boca, como un fruto maduro, es la palabra "mamá", cuya pronunciación conlleva varios significados: "mamá, mira"; "mamá, lleva"; "mamá, viene"; "mamá, ¿dónde estás?"; y así sucesivamente, como ya se dijo. "Desde el punto de vista ’lógico-conceptual’, las frases mono-verbales, según su función de denominación y juicio, son conceptos universales, esquemas lingüístico-conceptuales, análogos a los esquemas gráficos en los comienzos del dibujo infantil. Así, ’guau-guau’ es un concepto universal de todo lo que tenga cuatro patas; ’auto’, de todo lo que rueda; ’hombre’, de todo lo que muestre una cara humana" (Elgelmayer, O., 1970, p. 115).
En el período de la "palabra-frase", en que las palabras aisladas expresan, ante todo, un estado afectivo, el niño utiliza la misma palabra de forma sobreextendida o ampliada, en virtud de que no conoce el significado completo de las palabras cuando comienza a usarlas, sino sólo algunos de los rasgos del significado, que están también presentes entre los que los adultos poseen para esa palabra.
Los niños, a diferencia de los adultos, comienzan identificando el significado de la palabra con sólo algunos rasgos de carácter general, como quien llama "perro" a todo animal que tiene cuatro patas y "auto" a todo objeto que tiene cuatro ruedas. Asimismo, cabe recordar que el niño, antes de aprender el lenguaje, forma conceptos en torno a las peculiaridades funcionales de los objetos que le rodean. Estas características incluyen el sentido de utilidad de cada objeto, (muñecas sirven para jugar, ropas para vestirse) y las acciones que realizan (los animales se mueven, las personas hablan).
El niño, sobre la base de su propia experiencia, establece un núcleo de significado de carácter funcional, al que le concede un término lingüístico. Sin duda, los primeros rasgos que los niños parecen tener en cuenta son fundamentalmente de carácter preceptivo, puesto que las sobre extensiones parecen basarse en el movimiento, forma, tamaño, sonido, sabor y textura. Este hecho no indica que los niños sean incapaces de distinguir perceptivamente los objetos a los que se refiere, sino simplemente, que no respetan las taxonomías de los adultos cuando comienzan a aprender el significado de las palabras.
El niño entre los dos y los tres años concentra todo su interés en la adquisición de un léxico cada vez más amplio, una "herramienta prodigiosa" que le permite representar y designar los objetos de su entorno, con alrededor de 1.100 vocablos adquiridos en este período de su desarrollo lingüístico.
A la acumulación y ampliación de este caudal léxico contribuyen directamente los primeros intentos, que lleva a cabo él mismo, para ordenar y estructurar su lenguaje. A diferencia del período de la "palabra-frase", puede ya expresar un juicio o una observación, y abre las puertas poco a poco al relato expositivo.
Articula oraciones en un estilo telegráfico efectivo, compuesto por dos o más palabras, para expresar y controlar sus necesidades corporales. En sus oraciones aparece un sustantivo, un pronombre, un verbo, un objeto, y puede completar con un artículo o complemento. Sin embargo, no domina aún el lenguaje. Sólo una o dos frases, de cada cincuenta, pueden considerarse oraciones completas.
En la etapa del "realismo mágico" (de los cuatro a los seis años), los niños gustan de los cuentos de hadas. Descubren la connotación semántica de las palabras. Sus oraciones son extensas, aunque simples, presentan preposiciones y declinaciones para precisar las personas, el lugar, el género y número.
Es normal que en este período, conocido también como la "edad interrogativa", el niño empiece a acosar a sus padres con preguntas referidas a los objetos: "¿Quéseso?" (Qué es eso). Después con preguntas acerca de los elementos que tienen vida propia: personas, animales, vegetales, etcétera.
De una manera didáctica y simple, Víctor Montoya nos describe cómo el niño va adquiriendo el lenguaje, falta para completar esta descripción, referir a los diferentes períodos, al aumento del vocabulario y las dificultades gramaticales, a la relatividad del lenguaje y el aspecto lúdico del lenguaje, pero esos serán tema de otra entrada.
Esta entrada la conformé recurriendo al artículo "El desarrollo idiomático del niño" de Víctor Montoya, que puedes encontrar aquí.
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