jueves, 28 de julio de 2011

Amy una pena, todos perdimos

Con motivo de la muerte de Amy Winehouse, leí hace unos días, que unos "cómicos" brasileños se habían colado en su funeral y en verdad me pregunté dónde ha llegado el ser humano.

La muerte me parece una cosa sagrada, conlleva el respeto a la vida, y aún la muerte de alguien que no aprecie mucho me conmueve, reconociendo en ello mi propia finitud. No conocía a Amy Winehouse, había visto unas imágenes por televisión, un tiempo antes, cuando no pudo concluir su presentación en Belgrado.

Me cuesta entender que se crean "vivos" quienes entran en una ceremonia privada, dadas las circunstancias en que se dio esa muerte, y exhiban fotografías, realmente lamentable, todo esto me mueve a escribir estas líneas.

Como dije no había escuchado nunca a Amy Winehouse, sin embargo, y a raíz de su muerte, comenzaron a pasar sus temas y me enamoró su voz, lamenté no haberla descubierto antes.

Esta cantante de soul nació el 14 de septiembre de 1983, en el seno de una familia judía, en la que el jazz era el rey. Su padre Mitch era taxista y su madre farmacéutica. Su padre era un aficionado al jazz y sus tíos maternos, músicos profesionales.

Así refiere Yamila Trautman, en el sitio RollingStone, la vida y la carrera de Amy.

Amy Jade Winehouse había nacido el 14 de septiembre de 1983 en el seno de una familia judía del norte londinense, con una marcada propensión musical. Su profunda voz soulera, con un dejo vintage que le permitió ser comparada con gigantes como Etta James y Billie Holiday, cautivó enseguida a los ejecutivos de la discográfica Island, que se apresuraron a editar su primer trabajo, Frank, en octubre de 2003.

Amy tenía veinte años y ya era responsable de entregar al mundo un compilado de canciones increíbles, en tono jazzero, con letras densas y el toque mágico de sus cuerdas vocales, necesario para captar la atención de los oídos melómanos.

Pero a pesar de la calidad indiscutida de la fórmula Frank (su nominación al Mercury Prize y su entrada en los rankings británicos), fue su segundo trabajo el que la consagró para siempre como una de las cantantes más importantes e influyentes de la década pasada. Amy Winehouse llegaría hasta ese punto álgido al que todos los artistas apuntan, sí, pero aún no conocía el precio real de la ferocidad que convertirse en una celebridad implica.

Antes de Back to Black y de que todos tarareáramos y hasta intentáramos entonar alguno de los hitazos incluidos en su trabajo de 2006, pasaron cosas. En la época de Frank, Amy era una chica de rasgos fuertes y curvas voluptuosas. Hasta que los efectos de los excesos comenzaron a hacerse notar en su cuerpo: drogas, cantidades exorbitantes de alcohol y rumores de trastornos alimenticios la transformaron en esa pequeña y flaquísima persona que, paradójicamente, era capaz de movilizarnos con una sola nota emitida por su potente garganta. Aquella oscuridad quedaría reflejada en las letras de Back to Black, así como su negación a recibir ayuda profesional fue inmortalizada con ironía en "Rehab" y su imagen de chica problemática en "You Know I´m No Good", por ejemplo. Su acercamiento al soul la había ayudado a canalizar, a sublimar con honestidad brutal la negrura de una personalidad orgullosamente turbada.

Con Back to Black (que fue producido por Mark Ronson y Salaam Remi y resultó uno de los mejores álbumes de los 2000 para todas las publicaciones musicales) todo empezó a subir y a caer al mismo tiempo. Su carrera se elevaba, su nombre era pronunciado por todas las bocas del mundo, sus canciones escuchadas en todos los continentes y su look particular, con ese rodete gigantesco, sus carnosos labios rojos y sus tatuajes, ya había quedado estampado para siempre en todas las retinas. Pero Amy le agregaría una connotación cada vez más negativa a esa imagen de chica ruda al hacer de cada una de sus presentaciones en vivo una anécdota controversial. Subía borracha, seguía tomando, olvidaba las letras, balbuceaba, se perdía, se caía, tambaleaba. Cada show era un papelón y una sorpresa para su desconcertada audiencia.

Siguieron cancelaciones, más drogas, intentos fallidos de rehabilitación y más escándalos públicos, especialmente con el encarcelamiento de su prematuro (se casaron en 2007) y también problemático marido, Blake Fielder-Civil, con el que mantenía una relación violenta y harto destructiva. Divorcio, fotografías polémicas en los tabloides británicos, problemas graves de salud: seguir produciendo desde el epicentro mismo de ese infierno en el que la tríada sexo, drogas y rock and roll ya no podría resultar atractiva, parecía imposible. Y lo fue.

Esto debería ponernos a pensar, cómo se puede ayudar a quienes no pueden ayudarse a sí mismo. Es lamentable perder una vida tan joven, siento que cuando esto pasa perdemos todos.

Elijo quedarme con una imagen de ella interpretando la canción "You know I´m no good live", es un placer escucharla



La nota completa de Yamila Trautman puedes verla aquí.

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