martes, 26 de julio de 2011

El Lenguaje - Desarrollo idiomático - 2 / 2

Para concluir el artículo de Víctor Montoya sobre Desarrollo idiomático del niño, vamos a responder la pregunta propuesta al finalizar la entrada anterior. En la etapa del lenguaje egocéntrico se preguntaba ¿ qué se puede decir de la semántica ? y comenzaba diciendo que, los niños no conocen el significado completo de las palabras cuando comienzan a usarlas, sino tan sólo algunos de los rasgos del significado, que están también presentes entre los que los adultos poseen para esa palabra.

Los niños comienzan identificando el significado de la palabra con sólo algunos rasgos de carácter muy general y utiliza esos rasgos para decidir cuándo deben aplicar la palabra. Por consiguiente, si observamos la utilización que de ellas hacen podremos descubrir que comenten ciertos ‘errores’ en relación con el uso de los adultos y, asimismo, podremos llegar a establecer cuáles son los rasgos que están teniendo en cuenta". (Soto Rodríguez, P., 1986, p. 287).

Ahora bien, a pesar de que la comunicación entre el niño y el adulto resulta con frecuencia difícil, sabido es que el niño pequeño entiende mucho más de lo que expresa con palabras. Piaget explicó, con cierto criterio, que en el niño existe un idioma funcional, y que éste manifiesta por medio de símbolos en el juego y en los dibujos. Es decir, cuando un niño de cuatro años dice: "niño pelota", tiene en mente la representación conjunta que correspondería a "el niño tiene una pelota" o "este niño juega con pelota".

Asimismo, se debe considerar que existe un lenguaje activo y otro pasivo, entre los cuales el pasivo tiene un léxico más amplio que el activo, lo que les permite entender a los niños el código lingüístico de una persona proveniente de otro medio social diferente al suyo o a los autores de los libros infantiles.

Otro aspecto que aborda el artículo es lo referido a la relatividad del lenguaje, los niños del período preoperacional, así como no pueden diferenciar - ante un espejo - cuál es su brazo izquierdo y cuál su derecho, tampoco pueden diferenciar las connotaciones específicas de las palabras.

Los niños de tres y cuatro años interpretan los términos "más" y "menos" como sinónimos, generalmente con el significado de "más". A la pregunta: "Qué árbol tiene más/menos manzanas". Los niños responden como si supieran que "más" se refiere, igual que "menos", a la cantidad. Lo que hace suponer que los niños no entienden las connotaciones semánticas de las palabras "más" y "menos".

En el "campo semántico de los términos dimensionales incluye pares de adjetivos como grande-pequeño, alto-bajo, ancho-estrecho, etc. Se pueden considerar también como ejemplos de términos relacionados aunque a simple vista puedan no parecerlo. De hecho, cuando decimos que ’este niño es alto’ o ’este río es profundo’ estamos queriendo expresar que la altura y la profundidad son superiores a cierta norma con la que establecemos la comparación (...)

Por otra parte, como ya se apuntó anteriormente, los ’errores’ de los niños demuestran que los adjetivos más complejos se utilizan inicialmente como sinónimos del más sencillo. Es decir, ’alto’ o ’largo’ se considera sinónimo de ’grande’ y, de la misma manera, ’bajo’ y ’corto’ se consideran sinónimos de pequeño. Esta interpretación infantil de los términos sería un indicio de que han adquirido sólo los componentes más generales.

Este resultado, tan favorable a la hipótesis que estamos considerando, queda enturbiado por el hecho de que los niños no utilizan indistintamente los términos grande y alto a lo largo de distintas tareas, sino que seleccionan uno de ellos" (Soto Rodríguez, P., 1986, p. 292-293).

Y, claro está, si a un niño le cuesta resolver la diferencia existente entre "alto" y "largo", menos podrá resolver otros problemas que requieren una mayor reflexión, pues les resulta difícil comprender un razonamiento que se apoye en una comparación. Para un niño decir que algo es "más oscuro" significa que es "muy oscuro", y no solamente "más" que otro objeto. Ahora, si le pedimos que nos indique cuál de los objetos claros es el más oscuro, lo probable es que no responda, debido a la confusión que tiene.

El lenguaje de las aproximaciones no sólo es inherente en los niños, sino también en los adultos. El semiólogo italiano Umberto Eco, refiriéndose a las aproximaciones del lenguaje como a las paradojas de los relojes, dice: "Después de que los lógicos se preocuparon en hallar reglas matemáticas para construir proporciones no ambiguas, no sólo la lingüística, sino la propia lógica y la inteligencia artificial se han dado cuenta de que el lenguaje natural es el reino de las aproximaciones (...) Hace años que están efectuando investigaciones sobre lo que la gente piensa que es un ave. La gente piensa - por lo tanto los niños - que las aves vuelan y considera que los pollos son aves (...)

Sujetos sometidos a exámenes correctamente elaborados han revelado, durante los experimentos, que piensan que el águila es un ave, al igual que un pollo, pero que el águila es más ave que el pollo; de ahí que los lingüistas hayan establecido, por decirlo así, escalas de ‘pajaridad’ en las que el águila vale 10 puntos y el pollo uno (y creo que los búhos estaban en un escalón algo inferior al de los cóndores).

Resumiendo, nosotros hablamos siempre de manera aproximativa, y conseguimos entendernos sólo porque comparamos nuestras expresiones, fundamentalmente inexactas, con el momento en que las utilizamos, con la naturaleza del interlocutor, con lo que se dijo anteriormente y con el tema de la conversación presente".

Más todavía, en nuestra intercomunicación "nos salva nuestro ’más - o - menos’, pues de lo contrario seríamos todos como el Funes de Borges, el cual, debido a la exactitud de su percepción y de su memoria, no podía aceptar que el perro que había visto a las tres de perfil, pudiese ser el mismo que veía de frente, a las cuatro. Nos moriríamos, como él". (Eco, U., 1986, p. 1)

Otro aspecto digno de destacar es la relatividad del lenguaje respecto al tiempo y el espacio. Por ejemplo, si se le pregunta a un niño: ¿ A qué lado del camino está situada la casa, a la derecha o a la izquierda ?, éste no sabrá qué responder, puesto que los conceptos "derecha" e "izquierda" son relativos. La respuesta dependerá del lugar donde se haga la pregunta. Lo mismo que, "día" y "noche" son conceptos relativos, y no podrá contestar a la pregunta si no se indica el punto del globo terrestre respecto al cual gira la conversación.

Los términos "arriba" y "abajo" también son relativos respecto al desplazamiento de un cuerpo en el espacio. Así, si se tira una piedra desde un avión que vuela, la piedra caerá en línea recta respecto al avión, pero respecto a la tierra esta piedra describirá una curva denominada parábola. Por cuanto la curva geométrica de la curva por la que se desplaza un cuerpo tiene un carácter tan relativo como la fotografía de un edificio, igual que al fotografiar una casa por adelante y por atrás observaremos fotos diferentes.

Umberto Eco, refiriéndose a ciertos aspectos de la relatividad, dice: "Dos triángulos son semejantes si tienen tres ángulos, pero uno de los triángulos puede ser tan grande como una casa y el otro tan pequeño como un sello. Son igual si tienen iguales lados y el ángulo comprendido entre ambos. Pero, ¿ qué quiere decir ’igual’ ?. No quiero pensar en que sucedería si nos pusiésemos a examinar con el microscopio las líneas que forman sus lados (...)

Elaboramos esquemas que nos permitan tratar lo aproximado como si fuera exacto, pero pobre microbio, que, ante los dos triángulos, que para nosotros son iguales, tardaría un día entero en recorrer el perímetro del primero y un año en hacer lo mismo con el perímetro del segundo, sólo porque los trazamos con dos lápices diferentes y sobre papeles de gramaje distinto" (Eco, U., 1986, p. 1).

En consecuencia, los términos "derecha-izquierda", "arriba-abajo" y las dimensiones angulares de un objeto, no son absolutos sino relativos para un niño, dependiendo del punto del espacio desde el cual efectúa la observación. Pero, además, porque el niño tiene un léxico restringido y un pensamiento Ilógico, semejante a la del hombre primitivo.

El gramático Gili Gaya, en un estudio sobre el lenguaje infantil que realizó en Puerto Rico, ha constatado que el lenguaje de los niños en edad preescolar es escaso en número de adjetivos calificativos.

Antes de los siete años, la adjetivación valorativa de carácter estético se reduce a la oposición entre la pareja ’bonito-feo’. La calificación moral está limitada generalmente a la oposición entre ’bueno y malo’.

La adjetivación descriptiva (grande, azul, dulce, alegre, etc.) cuenta asimismo con un repertorio extremadamente pobre, que se amplía muy despacio, hasta el punto que, según mis datos, los niños de diez años no hacen más que doblar el promedio de adjetivos de uno afectivo entre los seis o siete, a pesar de que la influencia de la lectura y de la escuela harían prever una riqueza mayor de matices calificativos.

No es que los niños no reconozcan y entiendan mucho más; es que no los necesitan, y por esto no los emplean en su habla espontánea con otros niños. No los necesitan, porque calificar supone una actitud en cierto modo contemplativa, descriptiva, estática; y el habla infantil va ligada a la acción, y salta del sujeto al verbo, sin detenerse en las cualidades de las cosas (...)

Sorprende que entre 50 niños de cuatro a siete años la adjetivación valorativa de carácter estético se haya reducido a ’lindo, bonito, guapo y feo’, y en la de carácter moral no se haya registrado más que la pareja ’bueno y malo’. Se comprende que en la operación de estimar o desestimar, es decir, valorar cualidades aplicando a las cosas adjetivos más o menos abstractos, el repertorio infantil sea muy escaso.

Pero es más sorprendente todavía que la falta de matices alcance también a la adjetivación descriptiva. En el conjunto de 50 transcripciones hemos registrado los siguientes casos, además de los ya mencionados: ADJETIVO DE TAMAÑO: grande, chiquito, gordo, bajito, alto, largo. ADJETIVO DE COLOR: blanco, negro, prieto, brown (castaño), colorado, rojo, azul, verde, verdoso (una sola vez), amarillo. OTROS ADJETIVOS CALIFICATIVOS: sucio, cojo, solo, bravo, contento, alegre, serio, triste, dulce" (Gili Gaya, S., 1972, p. 14-15 y 48-49).

Por último el artículo refiere al aspecto lúdico del lenguaje, cómo los niños juegan con el lenguaje, no sólo para su apropiación, sino también creando un léxico propio, continúa entonces en estos términos.

La literatura infantil, a partir de la Segunda Guerra Mundial, es más fiel al desarrollo idiomático del niño. No usa el lenguaje retórico, la sintaxis intrincada ni la semántica abstracta, sino un lenguaje depurado de toda complejidad estilística.

Uno de los mayores aportes a la literatura infantil es el juego de palabras que la escritora sueca Astrid Lindgren introduce en su narrativa, una actitud recreativa del idioma infantil que le permite llegar tanto a los niños como a los adultos, puesto que "Pippi Calzas Largas", la pequeña protagonista de trenzas tiesas y carita pecosa, construye su mundo a partir de su propio nivel lingüístico (Edström, V., 1983, p. 13).

Incluso la incorporación de palabras desconocidas, o no reconocidas por la Academia Sueca, hacen de sus libros joyas fascinantes para los niños, quienes, de un modo natural, incorporan diversos giros idiomáticos en sus juegos. De ahí que cuando las niñas conversan en "lenguaje secreto", invirtiendo letras y sílabas, no hacen más que trastocar las palabras que, una vez incorporadas a su léxico, constituyen interferencias válidas en su discurso comunicativo.

El "trastrueque" de la sintaxis es otra las manifestaciones de la fantasía infantil y una de las maneras de buscar los efectos cómicos en el lenguaje oral. Así, "te daré un pedazo de leche y un jarro de pastel" o "Caperucita roja se comió al lobo feroz", son oraciones comunes que se escucha en boca de quienes, imbuidos en su actividad lúdica, son capaces de trastocar las reglas gramaticales y las leyes específicas de la realidad.

Para terminar quiero dejar el siguiente vídeo, por tierno y ameno, donde un padre, jugando con las palabras si no, convence a su niño para ir caminando en lugar de usar el auto.



Interesante cómo vamos incorporando el lenguaje en nuestra vida, entiendo que ahora contamos con una información valiosa para comunicarnos mejor con los niños, para acompañarlos en el aprendizaje de la lengua, al tiempo que podemos aprender a jugar con las palabras, para incentivarlos a explorar las diferentes formas de expresarse.

Esta entrada fue conformada con el artículo: "El Desarrollo idiomático del niño", escrito por Víctor Montoya y que puedes consultar aquí.


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