Ya he marcado la importancia de meditar para conectar con el aquí y ahora, o bien desarrollar actividades que hacen que mente y cuerpo estén juntos en el aquí y ahora, como dije en Para silenciar al narrador crónico.
También ya dije, en otra entrada, que mi modo particular de aquietar a mi narrador crónico es hacer manualidades en madera, eso de buscar los modos de resolver los inconvenientes que en la materialización de algo acontece, me sumerge en otro espacio tiempo.
Esta vez el desafío fue hacer una chacra para que uno de mis niños, Juan, jugara con sus animalitos diminutos. El niño en cuestión ama los animales y esta en contacto con ellos, ya que sus padres frecuentan el campo de un familiar, con lo cual conoce de caballos, vacas, ovejas, pollos, patos, conejos, en fin, el mundo del campo.
El esbozo de lo que haría, en trazo grueso, tenía la forma que indico aquí arriba, una casa, un galpón, un cerco para delimitar el campo y otro cerco para un área de siembra o de pastoreo. Claro, el primer asunto a atender era la escala a la que lo haría, se me ocurrió que lo mejor era conseguir un tractor, y que sus dimensiones definirían las demás.
Teniendo el tractor comencé construyendo la casa, de paredes de fósforos usados y su cubierta de madera balsa. Cuenta con ventanas, puertas, una chimenea, y además le adosé un porche, como tienen las viejas casonas de campo. El problema no estaba en el diseño, sino en el tamaño diminuto de sus componentes.
La casa la realicé sobre una base independiente, esto me permitió ir apropiándome de la idea, es decir, fui definiendo mentalmente, mientras la construía, cómo serían las demás partes, galpón, área de siembra o pastoreo, en fin imaginar la dimensión de la chacra, para así definir las dimensiones de la base de madera que la contendría.
Previa consulta con la mamá de Juan, sobre el tamaño más apropiado, para que al tiempo de ser adecuado para jugar, resultara práctico para guardarlo, surgieron algunas costumbres de Juan, en relación a como jugaba con sus animalitos, que imitaba de los que trabajan en el campo que visitan y de su rica imaginación.
Con toda esta información decidí que la mejor medida para la base sería cincuenta por ochenta centímetros, la casa tiene unos doce por ocho centímetros y el galpón lo definió el tamaño del tractor.
En cuanto al galpón, las columnas son de fósforos, pero entre columna y columna lo hice con unas maderitas que se utilizan para hacer helados caseros, y que había adquirido pensando hacer todas las construcciones con ellas, pero resulta muy engorroso pues no son rectas, por tanto difícil de unirlas.
El galpón lo construí sobre la base de la maqueta, luego procedí a cercar el perímetro y entonces surgió la pregunta de cómo hacer la visagra de la tranquera, porque no hay campo sin tranquera, y si hay tractor, vehículos y animales que mover, no podía faltar una tranquera.
Cave decir aquí que no tengo muchas herramientas, las voy improvisando a medida que surgen las necesidades, bien pues, se me ocurrió que a modo de bisagra para la tranquera, podría utilizar un palillo de escarbadientes, y funcionó, aunque lograr la apertura y las distancias adecuadas llevo muuuuucho tiempo.
Es en estas cuestiones que me concentro de tal modo que me olvido de lo que me rodea, me centre totalmente en lograr la movilidad de esta diminuta tranquera y todo mi ser estaba allí.
Tenía el cerco perimetral, tranquera que podía abrirse, galpón, casa con porche, y también el cerco para el área de siembra o pastoreo, sin embargo, antes de colocar la casa decidí pintar el cerco, el galpón y el suelo, entendí que tendría menos obstáculos para hacerlo, y fue una excelente idea. Debajo puedes ver el conjunto una vez ensamblado.
Algo diferente a la foto de las ideas preliminares ¿ no ?. Entre el galpón y el cerco interior agregué una puertita, un trozo de madera diminuto, como detalle, digo esto porque trato de hacer las cosas lo más cercanas a lo real, por eso tenía que agregar esta puerta para poder acceder al área de siembra.
La tranquera tampoco la monte hasta terminar de pintar, el mecanismo es demasiado sensible para estar manipulándolo mucho, empero, cuando Juan recibió el regalo fue precisamente la tranquera la que sufrió la mayor prueba, pero eso será tema para más adelante.
El cerco lo hice con madera balsa, los postes de 5 mm por 5 mm con una altura de 45 mm y las tablas horizontales de 5 mm por 2 mm de espesor, que ayudada de una tablita fui demarcando en cada poste la altura donde pegaría cada tabla.
Cuando hacemos juguetes para niños de dos años, entiendo que hay que atender a la robustés, porque aún son torpes en movimientos y fuerza, por ello a cada poste le perforé la base y le agregué un trocito de fósforo, de modo que, perforando la base de la maqueta, a distancias equidistantes, ubique los postes. Así, no sólo la cola lo mantendría en su sitio sino también, al dotarlo de esa traba, le conferí fortaleza y evite corrimientos.
Bueno así quedo el conjunto, ya en plena actividad, con animales, tractor, vehículos y plantas.
En relación a la prueba que sufrió la tranquera hay que decir que, cuando entregue el campo a Juan, estaba de visita una prima de la misma edad, y por supuesto, ella también quería jugar, cosa que a él no le gustó ni ahí, de modo que le surgió un berrinche de aquellos, y del primer manotazo voló, literalmente, la tranquera, rompiendo también las maderitas del cerco adyacente a ella. Retos, llanto y una pequeña bataola, que provocó que el campo fuera a parar a las alturas, el llanto siguió un rato hasta que volvió la calma y siguieron jugando con otras cosas.
Pasado el incidente, me aboqué a solucionar el problema, con la ayuda de la mamá y cola en manos restituí las cosas a sus lugares y se puso a secar.
Al día siguiente, y para mi sorpresa, hablando con la mamá de Juan, me dice de la tranquera: - funciona de diez, parece que el coscorrón le vino bien - risas ... y agrega - pasa horas jugando con su campo, con sus animales, ... y a todos le dice: me lo hizo la tía Mabel - hay mejor pago que esto, para mi es el mejor, su inocencia y su alegría, al tener su propio campo, son una retribución superlativa.
Por mi parte estos trabajos, que puedo hacer de tanto en tanto, porque lleva mucho tiempo y no siempre dispongo de el, me conectan con mi ser, libre del narrador crónico y conectada a la solución de problemas, francamente resultan vitales, al tiempo que me gratifica el regalo que los niños me hacen, su autenticidad, su ternura, su alegría desbordante ...
Siempre complacen estas pequeñas cosas, son las que verdaderamente importan, sin mucho "ruido" nos hacemos parte de la vida de los niños, contribuimos a desarrollar su imaginación y como recompensa obtenemos abrazos, besos y risas a granel, las que sazonan gratamente nuestros días.
Así entiendo el compartir con los niños, dejarlos volar con su imaginación y proveerles de aquellas cosas que la enriquece. Hacerlo con mis propias manos también significa una invitación para que, en un futuro cercano, sean ellos los hacedores, que se animen a construir, que aprendan que no todo esta hecho o se compra, el valor del trabajo y la paciencia que se requiere para todo, enseñándoles en fin, a "acompañar", cada uno desde su lugar, aportando lo que puede, poniendo en juego lo mejor de si. Así honraran la vida.
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