martes, 23 de agosto de 2011

El Tiempo desde la experiencia

La ciencia de observarse uno mismo, para conocerse o reconocerse, es un trabajo de vida. En lo personal, desde siempre tuve la necesidad de buscar explicaciones a las cosas, al ir descubriendo el mundo, me interesó saber cómo funcionaban las cosas y los por qué inherentes.

Más tarde, por mi formación, la búsqueda se volcó al campo de las ciencias, pero no siempre las respuestas satisfacían mi curiosidad, por el contrario abrían nuevas inquietudes, no todo puede comprenderse o explicarse desde la razón, entonces me oriente a lo psicológico, a lo filosófico.

Estoy convencida que una actitud abierta y desprejuiciada hacia la realidad se logra a través de la diversidad de miradas. Como entonces, continúo mi búsqueda frente a los nuevos interrogantes, que gracias a internet resulta mucho más interesante, para lograr una síntesis personal de mi experiencia de vida.

En las últimas entradas marcaba la importancia de estar en el aquí y ahora la mayor parte del tiempo. El ahora es la única realidad, todo lo demás es recuerdo o imaginación. Entonces surge preguntarse, ¿ qué es el tiempo ?

Para dar respuesta a esta pregunta traigo un artículo interesante, escrito por Francisco Titos Lomas, filósofo español, donde según sus palabras: Dilucidar la esencia y naturaleza del tiempo, penetrar filosóficamente en su entraña más recóndita, partiendo de nuestra propia experiencia, es el objetivo que nos proponemos. Pero somos conscientes de las múltiples dificultades que comporta tan ardua empresa. Por ello consideramos conveniente adoptar una perspectiva diacrónica, a fin de recabar las opiniones de los más destacados filósofos. Sólo al final intentaremos establecer, de manera sincrónica, algunas conclusiones.

Antes de comenzar con el artículo, cave aclarar que el estudio de cualquier nivel de la lengua puede hacerse desde dos perspectivas: un estudio diacrónico, a través del tiempo, o un estudio sincrónico, sin tener en cuenta la evolución histórica, sino contemplándolo en una determinada época. Ahora sí, adentrémonos en esta mirada filosófica.

Tanto en la vida cotidiana como en las diferentes ramas del saber, manejamos continuamente nociones temporales; antes, después, ahora, ya, simultáneamente, tarde, temprano, ayer, mañana,... El mundo se nos ofrece como una realidad que cambia incesantemente y la percepción del cambio, de la sucesión o de la duración de las cosas nos sugiere la idea del tiempo.

Es indudable que tenemos experiencia del tiempo y hasta nos atrevemos a calcularlo mediante diversos procedimientos: el curso del sol, la sucesión de los días y las noches, el desplazamiento de las agujas del reloj. Sin embargo, qué es realmente el tiempo es una cuestión difícil y compleja.

Ya la filosofía griega, propensa a la reflexión sobre los más variados asuntos, abordó la temática del tiempo. De todos los filósofos griegos es, sin duda, Aristóteles el que nos ha legado la doctrina más sólida sobre el tiempo. La visión aristotélica del tiempo está estrechamente vinculada al movimiento, ya que, en su opinión, el tiempo no es posible sin acontecimientos, sin seres en movimiento. De ahí que conciba el tiempo como el movimiento continuo de las cosas, susceptible de ser medido por el entendimiento.

Conceptos como "antes" y "después", sin los cuales no habría ningún tiempo, se hallan incluidos en la sucesión temporal. Esta estrecha vinculación induce a Aristóteles a definir el tiempo en su Física en los siguientes términos: "la medida del movimiento respecto a lo anterior y lo posterior". Esta definición nos revela que el tiempo no es el movimiento, pero lo implica de tal suerte que si no tuviéramos conciencia del cambio, no sabríamos que el tiempo transcurre.

El tiempo aristotélico es exterior al movimiento, pero supone un mundo que dura sucesivamente y esta duración sucesiva nos permite establecer relaciones de medida entre sus partes según un "antes" y un "después", Así surgirá el tiempo métrico, cuya estimación estará regulada por el movimiento de los astros, como el de rotación o el de traslación, o por el movimiento rítmico de aparatos de desarrollo preciso, como los relojes.

Muy distinta es la concepción agustiniana del tiempo. El carácter intimista de su filosofía induce a San Agustín a concebir el tiempo como algo desligado del movimiento y estrechamente vinculado al alma, a la vez que manifiesta su profunda perplejidad ante el tiempo al resaltar la paradoja del presente. Si decimos de algo que es presente, estamos afirmando que ya no será y que pasará al mundo de lo inexistente.

El presente propiamente no es, sino que pasa, deja de ser, carece de dimensión y sólo lo podemos caracterizar relacionándolo con el futuro, que todavía no existe, y con el pretérito, que ya ha dejado de ser. El tiempo es un "ahora", que no es, porque el "ahora" no se puede detener, ya que si se pudiera detener no sería tiempo. No hay presente, no hay ya pasado, no hay todavía futuro.

Por lo tanto, la medida del tiempo no es el movimiento, no son los seres que cambian; la verdadera medida del tiempo es el alma, el yo, el espíritu. El pasado es aquello que recordamos; el futuro, aquello que esperamos; el presente, aquello a lo que prestamos atención. Pasado, futuro y presente aparecen, pues, como memoria, espera y atención.

La llegada de la era moderna y el espectacular desarrollo que experimenta la física, en la obra de Newton, nos trae un nuevo concepto del tiempo como algo absoluto, existente en sí mismo e independiente de las cosas. El tiempo, al igual que el espacio, es una realidad absoluta, infinita, uniforme, vacía de todo movimiento, en cuyo seno se desarrollan los acontecimientos y los cambios sucesivos de las cosas.

Esta concepción absolutista del tiempo es expresada por Newton en Los Principios del siguiente modo: "El tiempo absoluto, verdadero y matemático, por sí mismo y por su propia naturaleza, fluye uniformemente sin relación con nada externo".

Los filósofos racionalistas, influidos por la física newtoniana, también absolutizaron el tiempo e hicieron de él una realidad independiente. Pero más que pensar en algo sobre cuyo fondo transcurren los fenómenos, hacían referencia al tiempo de la totalidad del mundo y no al tiempo físico de cada fenómeno. De este modo, el tiempo absoluto vendría a ser como un fluir total, siendo los acontecimientos singulares transcursos del mundo físico insertos en ese fluir total.

Opuesta a la anterior es la teoría kantiana sobre el tiempo. Para Kant el tiempo no existe como una realidad en sí, exterior a nosotros, ni como algo que tienen las cosas en movimiento, sino como una manera de percibir propia del hombre. El tiempo existe en cada uno de nosotros como una forma de ordenar nuestra experiencia interna.

El tiempo no es una idea obtenida por abstracción a partir de la observación de los acontecimientos, no es un concepto empírico, sino una estructura necesaria para cualquier observación. El tiempo es la posibilidad que hay en nosotros, en cuanto observadores, de percibir los acontecimientos.

Tanto el tiempo como el espacio no son más que relaciones entre las cosas en cuanto que son percibidas. Cualquier experiencia tiene como condición el tiempo, de manera que éste es la condición general de todas las experiencias, superior incluso al espacio, no siempre necesario. Nuestra experiencia externa está sometida a las coordenadas espacio-temporales, mas la interna sólo lo está a la temporal.

Según Kant, no podemos saber si "fuera" las cosas se suceden, pues cuando intentamos atisbarlas ya lo hacemos desde el tiempo, que es una cualidad de la conciencia del hombre. La sensibilidad humana lleva el tiempo como una manera de ser suya. El tiempo es una forma a priori de la sensibilidad que condiciona y hace posible toda experiencia.

En la filosofía contemporánea la meditación sobre el tiempo arraiga profundamente en las tendencias que más impulsaron el desarrollo de las ciencias humanas, tales como el historicismo, el vitalismo y el existencialismo.

Bergson, uno de los filósofos que más atención ha dedicado al estudio del tiempo, distingue dos modos diferentes de durar los seres, dos distintas temporalidades: el tiempo numerado, que está mezclado con el espacio, y el tiempo puro, que es mera duración interna.

En la próxima entrada seguiré con este apasionante artículo sobre el tiempo, creo que es lo suficientemente exquisito como para tomar el "tiempo" para reflexionar sobre lo dicho.

Pensar las cosas, aún las más simples (o no) y cotidianas, que muchas veces damos por sentadas, es lo que permite, según mi visión, abrirnos a una concepción del mundo diferente, volviéndonos, en el mientras tanto, más humildes respecto a nuestras posturas.


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