miércoles, 22 de diciembre de 2010

La muerte - Aprehendiendo su significado

Hablaba en la entrada anterior de la casa de mi niñez, allí viví hasta los siete años, y me gusta referirme al patio de aquella casa como « El patio de mi infancia », porque en los años primeros los condicionamientos culturales aún no hacen mella, una es toda frescura e inocencia. Hubo dos patios más en mi infancia, pero hablaré de ellos en otras historias.

Lo que voy a relatar es parte de mi infancia, sin embargo, como era muy pequeña y la memoria puede resultar infiel, elijo hacerlo en tercera persona, es decir, contarlo como la historia de una niña cualquiera, ... aceptando que es la suma de mis recuerdos y los relatos de otros, tamizado seguramente por mi subjetividad.

En aquel patio de la infancia había un pinino, era un gallo pequeñito, ignoro cómo fue a parar allí, lo que sí puede decirse es que era parte de la "patota" que habitaba aquel patio: su hermana, las amigas, el perro Toto, ... y otros ... roedores indeseables, arañas y los etcéteras pertinentes, que llegaban con la leña que se utilizaba para calentar el horno de la panadería.

Cuando la niña tenía cuatro o cinco años, la familia aún no había atravesado la pérdida de un ser querido, fue entonces que vivió su primer contacto con la muerte, una joven mujer muere, la que vivía en la casa pegada a la suya, vio a sus padres ir allí inmediatamente, para colaborar en lo que se pudiera y ella por detrás claro. Vio a la difunta aún tendida en la cama, el alboroto que se produjo, la llegada de otros vecinos que se sumaban quizás conmovidos por la juventud de la mujer muerta, seguramente por solidaridad para con sus deudos, fue un hecho nuevo e inquietante.

Otra ocasión en que escucho hablar de la muerte fue sobre un primo de su padre, era aviador, de esos que hacen acrobacias, decían que haciendo un tirabuzón perdió el control de la avioneta y se precipitó a tierra, decían también - murió haciendo lo que amaba -, para ella fue sólo un relato de algo que pasó lejos. Pero al año siguiente de aquellos relatos fueron hasta el lugar donde vivían aquellos familiares, por el funeral claro, algo que antes era de uso y costumbre, ahora no sé si es tan frecuente. El funeral implicaba un conjunto de cosas: primero el rezo de una misa con la familia y amigos del difunto, luego llevar unas flores al cementerio, finalmente despedidas, promesas de encontrarse más seguido, abrazos, besos ... hasta el próximo encuentro; así supo que a los muertos se los enterraba, que se colocaban cruces, ...

Todos estos relatos vienen a cuento porque un día el pinino se murió, y como era de esperarse se le hizo un entierro como manda la tradición: un hueco en un costado del patio, al lado del muro medianero, cruz de madera en un extremo y sobre el montículo de tierra, el día del entierro, unas cuantas flores. Por muchos días el montículo de tierra recordaba al pinino, con el tiempo el montículo fue dejando de ser montículo y en la memoria de aquella niña fue desapareciendo también, el recuerdo del pinino, de algún modo la ausencia se apaciguó con la existencia del montículo, luego los juegos, las risas, ... la vida, reclamaron su atención.

La muerte de su perro fue bien diferente, aquel año fue de vacaciones con sus padres, su hermana y sus abuelos paternos, por lo que hubo que llevar a Toto al campo de los abuelos. Un hermano de su padre vivía con esos abuelos y lo cuidaría hasta el regreso de las vacaciones.

Después de quince días de paseo por Córdoba, provincia ubicada en el centro de la Argentina, poblada de sierras y villas enclavadas en medio de estupendos paisajes, volvieron a la casa. A la semana o poco más, vino de visitas aquel tío que había quedado al cuidado del campo ... y del Toto.

Mientras estaban de sobre mesa, la conversación de los adultos derivó en las novedades del pueblo, ( del que era oriunda la familia paterna y donde estaba el campo ), que fulano había comprado esto, que mengano se había casado, ... y así siguió la cosa hasta que en un momento dado, el tío pregunta: - ¿ a que no saben quien murió ? -, a lo que sus padres contestaron negativamente, con ese cierto tono como si al decir no preguntaran: ¿ quién ?, entonces el tío dijo las palabras menos esperadas - el Toto -, la niña no dijo nada, se levantó, caminó hasta la silla donde estaba su madre, se paro detrás y comenzó a llorar, ... se hizo un silencio denso, al momento comprendieron sus sentimientos, no sabiendo que decir sólo atinaron a preguntar porque lloraba, ... profundamente conmovida por la noticia, sólo pudo decir - yo que tanto lo quería -, ( frase que quedó en el anecdotario familiar ), ... trataron de consolarla, era difícil, pero su tío le hizo saber que el Toto atacaba las gallinas del vecino, ella sabía que el Toto era garronero, tenía visos de verdad lo que decía su tío, ... y continuo: - el vecino enojado le tiró con una escopeta, pero cuando lo traje, lo enterré al lado de la tranquera, cuando vayas al campo de los abuelos podrás visitar su tumba -, y aunque parezca extraño, estuvo triste muchos días, pero encontró consuelo en eso de ir a visitarlo a su tumba, quizás lo asoció con la muerte del pinino, no lo sé, lo cierto es que entre juegos y quehaceres el tiempo paso y con él vinieron nuevas cosas, ... la vida que empuja.


Sin embargo, a partir de entonces, y por mucho tiempo, cada vez que iba al campo de sus abuelos, con su hermana atravesaban el campo, ataviadas con ropa de tíos, porque se producían para hacerlo, iban hasta la tranquera, distante unas diez cuadras, y al lado de la tranquera, donde su tío dijo que estaba enterrado Toto, dejaban flores arrancadas en el trayecto. Fueron muchas las visitas a aquel lugar sagrado para sus afectos, hoy lo recuerda como parte de las vivencias de aquella infancia alegre y despreocupada, cuando iban al campo de sus abuelos.



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