lunes, 6 de diciembre de 2010

El entorno y las preferencias

Cuando andaba por mi adolescencia, quizás porque de niña oí hablar sobre un pariente lejano que realizaba vuelos en avioneta, que por cierto, en una acrobacia de tirabuzón perdió la vida, o por alguna otra razón que no recuerdo, ambicionaba aprender a pilotear avionetas, me preocupaba el hecho de que soy miope, me preguntaba que pasaría con los exámenes psicofísicos, pero ese deseo estaba allí, no era muy importante, pero allí estaba.

Era habitual en mi familia, cuando había fiestas en el aeródromo local, ir a ver a los paracaidistas, los vuelos de bautismo, se pasaba un día de campo, mientras observábamos los diferentes números que ofrecía el espectáculo, pero nunca había subido a una avioneta.

Por mis veintitantos, en uno de esos festivales en el aeroclub, me anote para tomar un vuelo de bautismo, recuerdo que en el viaje además del piloto íbamos cuatro pasajeros, uno al lado del piloto y los tres restantes en el asiento trasero, apretados claro porque es un lugar para dos personas, pero bueno nos subieron a tres, y ahora recuerdo que también llevaba en brazos a una de mis sobrinas, de unos cuatro añitos.

El vuelo partió, siempre había tenido la curiosidad de cómo se vería la ciudad, los campos ... desde el aire, y lo vi, pero que sensación de vulnerabilidad, de estar a merced de que el piloto no cometiera errores, que la parte mecánica funcionara correctamente, de que el viento ... en fin que sentí miedo, literalmente miedo, recuerdo que por un momento pensé - si nos desplomamos yo me cuelgo del caño que sostiene el ala -, absurdo ... claro, pero con estos pensamientos entretenía mi mente para calmar la ansiedad que tenía allá arriba.

Este vídeo ilustra un poco lo que se ve allá arriba y cómo es el interior de una de estas avionetas, esta es un cessna.


Después de aquel vuelo supe que ya no deseaba aprender a volar avionetas, no me interesó aprender cómo funcionaban los comandos, sobre la velocidad y orientación de los vientos, y un largo etcétera que implica esta disciplina, fue sólo una pasión platónica con la aviación, la vivencia puso en perspectiva mis deseos versus la sensación que atravesé.

Cuando tenía unos dos o tres añitos vivía en un pueblo pequeño, mayoritariamente de gente trabajadora de una fábrica textil, mis padres tenían un comercio y los días eran monótonos y semejantes, salvo cuando pasaba algo extraordinario, o sea fuera de lo rutinario, como lo fue el aterrizaje de un helicóptero, todos los que estaban en sus casas salieron hacia allá, el rumor se corrió y mi hermana, de unos cuatro o cinco años allá fue también, siguiendo el alboroto, quedó como anégdota que llegó y se subió al helicóptero, como si nada, pero eso no tuvo impacto en mi, ya que nunca se me ocurrió querer volar en helicóptero. Pero veamos un pequeño vídeo de estos aparatos, es moderno, algo diferente al de allá y entonces, más pequeño, con una sola hélice, pero útil para mostrar como son.


Todas las vivencias que uno atraviesa, sobre todo en la niñez y / o adolescencia, van despertando en nosotros deseos, fantasías, ilusiones, que van determinando gustos, elecciones, ... y poco a poco nos encaminamos por un sendero que va dibujando un trayecto de logros y frustraciones, avances y estancamientos, vamos reconociéndonos durante la travesía, quienes somos frente al triunfo, frente al fracaso, qué desafíos estamos dispuestos a proponernos y cuales dejamos pasar, y por qué.

Todo esto va conformando nuestro carácter, nuestras certezas, nuestras búsquedas existenciales, aprendemos del valor de compartir, de la compasión, del hacer con otros, del hacer de otros ... Quiero aquí traerte una historia que me llegó vía mail y que vale conocer porque Jessica Cox merece admiración y respeto, inspira para seguir adelante pese a todo, y es una muestra inequívoca que el límite es algo que nosotros mismos construimos, con nuestras creencias y prejuicios, que sostenemos por costumbre o miedo, pero que al mismo tiempo coartan nuestra libertad de ser, obstaculizan el brindar lo mejor de nosotros mismos.

Jessica Cox es una veinteañera que tiene el título de Psicóloga, cinturón negro en Taekwondo, licencia de conducir, es una brillante motivadora y además, tiene licencia de piloto de avionetas, te preguntarás y porque tanta bulla, pues Jessica, por una extraña enfermedad congénita nació sin sus dos brazos, sin embargo, su condición no fue impedimento, ya que con sus dos fuertes piernas hizo y sigue haciendo lo que nadie imaginó podría hacer.


Esta historia de vida extraordinaria, muestra que los límites existen en nuestra cabeza, si somos capaces de imaginar algo, con trabajo, esfuerzo y tiempo ... podremos alcanzarlo. En el siguiente vídeo puedes verla en acción.


Nada detiene al que esta determinado a lograr materializar sus sueños.



No hay comentarios: