martes, 18 de octubre de 2011

El Tiempo - Otra mirada

En anteriores entradas traje una mirada filosófica del tiempo, diferentes aportes de filósofos, aquí quiero mostrarte las reflexiones de Paco Traver que parten de analizar una frase de Sigmund Freud: El tiempo no existe en el inconsciente, y comienza puntualizando que la palabra tiempo tiene varias acepciones:

El tiempo, más conocido por todos, el cronológico, el que marca los relojes. La hora como intervalo simétrico igual a si misma en todos los casos.

El tiempo atmosférico, es decir el que se refiere al clima.

El tiempo como experiencia subjetiva, como tiempo vivido. Es esa extraña cualidad que hace que el tiempo transcurra más rápidamente cuando somos jóvenes y más lentamente cuando somos mayores, o estamos aburridos, se trata de un tiempo asimétrico donde no es posible asegurar que los intervalos del pasado son o serán iguales que los del futuro.

El tiempo como momento oportuno, como momento justo. Estar en el sitio adecuado en el momento adecuado, algo que remite al sentido de oportunidad. El kairós de los griegos.

El tiempo al que se refiere Freud, no es fácil de identificar con los arriba mencionados. De lo que Freud hablaba era de la atemporalidad, es decir, de la eternidad.

La flecha del tiempo en el inconsciente no señala necesariamente hacia el futuro, y todos tenemos experiencias de esa realidad frecuentemente mientras soñamos, pareciera como si el cerebro humano poseyera un registro que permitiera, a los humanos, poner el tiempo del revés, cosa que no es nada rara, porque también podemos hacer otras cosas muy singulares cuando soñamos: volar, viajar a grandes distancias y recorrer escenas vividas o imaginadas sin necesidad de traspasar los muros de la lógica espacio-temporal.

Algo semejante sucede con la contradicción: mientras soñamos no podemos decir “no” y es por eso que para negar algo necesitamos afirmarlo.

Está absolutamente demostrado por algo más potente que la ciencia: la experiencia directa y personal, ¿quien no ha tenido un sueño donde el tiempo parece haberse quebrado, prolongado o torsionado por la narración onírica?

Helios Jaime es un lingüista de la Sorbona, de origen argentino, que recientemente ha publicado una monografia titulada “Ideosemántica de la inteligibilidad del universo”; en ella sostiene una hipótesis personal: que existen correspondencias entre las palabras - sus raíces semiológicas - y los hechos naturales de los que se ocupa la ciencia, es decir que entre el fenómeno y su aprehensión formal existe una palabra común para varias lenguas - con raíces compartidas - que tratan de apresar esta idea.

Se trata de una hipótesis muy sugerente porque nos permite predecir aquello de que “si tiene nombre seguramente existe” y lo “que no tiene nombre es seguro que no existe”. Parece una buena idea y en su trabajo pone ejemplos diversos acerca de estas correspondencias que existen entre determinadas palabras y realidades fácticas.

Se ocupa del tiempo, tal y como otro argentino ilustre - Jorge Luis Borges - hizo en forma de ficción, con aquella obra titulada "Historia del tiempo". Una frase de esa colección de cuentos dice: "El tiempo es una metáfora de la eternidad".

Efectivamente existen al menos dos clases de “tiempo”, de lo que los físicos y los cosmólogos podrian decir más cosas. Uno es eso que llamamos duración, y que mide esa entelequia (cosa irreal) que llamamos horas, una forma arbitraria de dividir el día, teniendo en cuenta lo que tarda la tierra en dar una vuelta completa sobre si misma.


Esta versión del tiempo que está relacionada con la duración de las cosas, de las cosas que están destinadas a desvanecerse o desaparecer, fue en realidad un invento de los griegos. Ellos le llamaron Cronos y más tarde los romanos le pusieron el nombre de Saturno. Y de ahi viene la voz castellana “cronológico” con el que identificamos el tiempo en su versión de duración, ese que es una especie de plazo fijo para las vidas de los seres humanos, y para todo lo vivo.

Pero los griegos tenían otra versión del tiempo, al que llamaron aion, que en griego actual significa “siglo” pero que en su versión clásica nombraba la expansión infinita o eterna del impulso vital. De ella deriva la voz latina “aevum” (eternidad) y la castellana “eones” con la que denominamos hoy una interminable cantidad indeterminada de tiempo y de ella procede también la voz francesa élan, impulso.

No deja de ser curioso que los clásicos de todas las culturas dispusieran de una palabra para designar el tiempo asimétrico, un tiempo vinculado al espacio tal y como sabemos hoy desde la enseñanza de Einstein. Y otra palabra para nombrar el tiempo como duración, algo que siempre es simétrico, lo que significa que una hora en el siglo X es igual a una hora del siglo XXI pues se trata de una convención, de algo consensuado.

Nada de esto parece suceder en el tiempo entendido como expansión permanente, desde el Big bang para acá nada hay de simétrico en el tiempo, el universo ha continuado su expansión, lo que es lo mismo que decir que, el espacio-tiempo se expande constantemente de forma infinita. Y equivale a decir que, no existe una correspondencia simétrica entre cualquier instante del pasado y del futuro.


Significa que el tiempo contemplado de esta manera está relacionado con uno de los criterios fundamentales de la fisica cuántica, aquella que enunció Heisenberg con el nombre de Principio de incertidumbre y que puede interpretarse de esta manera: aunque podamos atribuir duración (tiempo cronológico) a los fenómenos, a medida de que estos se alejan del presente hacia el futuro o el pasado, las previsiones son cada vez mas aleatorias.

Una cuestión que todos podemos experimentar con nuestra propia memoria: simplemente no podemos asegurar que nuestros recuerdos respondan a la verdad vivida desde el punto de vista histórico, nuestra memoria nos engaña o dicho de otra manera no podemos asegurar que lo que recordamos responda a la verdad experimentada puesto que se rigen por los principios cuánticos de probabilidad, las previsiones son asi aleatorias.

El tiempo se puede medir pero esta medida no correponde con el tiempo propiamente dicho.

El tiempo en realidad carece de duración.

Y este es precisamente el tiempo al que se refiere Freud cuando habla de la atemporalidad del inconsciente, va hacia adelante (futuro) y hacia atrás (pasado) y se rige por el prinicpio de Heisemberg , un principio cuántico más que por el determinismo clásico. Todo en él es probabilidad y aleatorio al menos cuando desconectamos la corteza cerebral y nos dormimos: no cabe ninguna duda de que si en el cerebro existe un representante del reloj (horlogue= horas+logos) es la corteza cerebral, una especie de delegación del tiempo como duración, del tiempo de Cronos, el que siega con su hoz la vida de los hombres.

Y todo parece indicar que en el interior o en las profundidades de nuestro cerebro existe una delegación abierta por la eternidad y que podemos observar fenoménicamente a través de nuestra imaginación, de nuestra interminable creatividad, algo que no tiene fin, que no tiene bordes y que se expande infinitamente.

Hasta aquí las reflexiones de Traver, es asombroso como asumimos el tiempo duración y omitimos el tiempo expansión, es decir atender a que el tiempo es una variable más con la que describimos el Universo, Einstein introdujo la idea de ese espacio-tiempo de cuatro dimensiones. Esto le viene bien a la mente humana - el tiempo fluyendo - porque no existiría conciencia sin el tiempo fluyendo, pero ese será tema de otra entrada.



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