domingo, 2 de octubre de 2011

La Risa - Otra aproximación 2 /

Mostré en la entrada anterior uno de los enfoque que sobre la risa hizo Henri Bergson, referido a que "la fuente del misterioso fenómeno de la risa es la rigidez, y que su función es la de habilitar un mecanismo social mediante el que corregir la "distracción" de sus miembros."

En otra parte decía: "To­da sociedad pequeña que se forma en el seno de la grande, tiende así, por un vago instinto, a inventar un medio de corregir y suavizar la rigidez de las cos­tumbres en otro ambiente contraídas y que es nece­sario modificar. No de otro modo procede la socie­dad propiamente dicha. Es indispensable que cada uno de sus miembros atienda a cuanto le rodea y procure amoldarse al medio ambiente, no recluyén­dose en su propio carácter como en una torre de marfil. Y por esta razón hace que se cierna sobre ca­da uno, si no la amenaza de una corrección material, la perspectiva al menos de una humillación que no por ser levísima deja de ser temida. Tal debe ser la misión de la risa. La risa, algo humillante siempre para quien la motiva, es verdaderamente una espe­cie de broma social pesada.

Hay otro aspecto de la risa que Bergson aborda para justificar cómo y porque la rigidez es la clave de lo cómico, al enfrentarse a la vida y al alma, pura flexibilidad. Dice: "Toda deformidad sus­ceptible de imitación por parte de una persona bien conformada puede llegar a ser cómica."

¿No resultaría de ahí que el jorobado hace el efecto de un hombre que no sabe tenerse bien? Di­ríase que su espalda contrajo un pliegue defectuoso, y que por obstinación material, por rigidez, persiste en la costumbre adquirida. Tratad de ver únicamen­te con los ojos. No reflexionéis, y sobre todo abste­neos de razonar. Suprimid lo adquirido: marchad en busca de la impresión ingenua, inmediata y original.

[...] expresión cómica del semblante es la que no promete más de lo que da. Es una mueca única y definitiva. Diríase que cristalizó en ella toda la vida moral de la perso­na. Y he aquí por qué una cara es tanto más cómica cuanto con mayor fuerza nos sugiere la idea de algu­na acción sencilla, mecánica, que hubiera absorbido para siempre la personalidad.” (Págs. 26 - 27)

Es preciso que [todo] cambie a cada mo­mento, porque dejar de transformarse es dejar de vi­vir. El gesto ha de animarse como ella. Ha de acep­tar la ley fundamental de la vida, la de no repetirse nunca.

Pero he aquí que un cierto movimiento del brazo o la cabeza que se repite periódicamente, siempre igual. Si lo observo, si basta para distraerme, si lo aguardo en cierto momento y llega cuando lo espe­ro, tendré que reírme contra mi voluntad. ¿Por qué? Porque estoy en presencia de un mecanismo que funciona automáticamente. No es ya la vida la que tengo delante, es el automatismo instalado en la vi­da y probando a imitarla. Es lo cómico.

Imitar a alguno es extraer la parte de auto­matismo que ha dejado introducirse en su persona. Es, pues, hasta por definición, hacerle cómico y no debe admirarnos que la imitación haga reír.(Págs. 32-33)

¿Pero por qué nos reímos de este artificio mecáni­co? Que la historia de un individuo o de un grupo se nos aparezca como un juego de engranajes, de resor­tes o de hilos, es sin duda algo extraño; ¿pero de dón­de precede el carácter especial de la rareza? ¿Por qué es cómica?. A estas preguntas, que suscitan muchas for­mas, daremos siempre la misma respuesta.

Ese rígido mecanismo que alternativamente sorprendemos, co­mo un intruso, en la continuidad de las cosas huma­nas, tiene para nosotros un especial interés, porque re­presenta como una "distracción" en la marcha de la vida.

Si los acontecimientos pudiesen atender constan­temente a su propio curso, no habría esas coinciden­cias que hemos señalado, ni esos encuentros, ni esas series circulares; todo marcharía hacia adelante en progreso continuo.

Si todos los hombres estuviésemos siempre atentos al curso de la vida, en continuo con­tacto con los demás y con nosotros mismos, nunca parecería que las cosas se mueven por hilos o resortes.

Lo cómico es aquel aspecto de la persona que le hace asemejarse a una cosa, ese aspecto de los aconteci­mientos humanos que imita con una singular rigidez el mecanismo puro y simple, el automatismo, el movi­miento sin la vida.

Expresa pues, lo cómico, cierta im­perfección individual o colectiva que exige una correc­ción inmediata. Y esta corrección es la risa. La risa es, pues, cierto gesto social que subraya y reprime una distracción especial de los hombres y de los hechos.

Determine­mos ahora en virtud de qué caracteres la vida, con­templada desde fuera, parece basarse en un simple mecanismo. Bastará examinar los caracteres opues­tos y se obtendrá la fórmula abstracta y general de todos los procedimientos de comedia.

La vida se nos presenta como una evolución en el tiempo y como una combinación en el espacio. Considerada en el tiempo, es el progreso continuo de un ser que está envejeciendo sin cesar, es decir, que nun­ca vuelve atrás ni se repite. Considerada en el espa­cio, presenta elementos tan íntimamente solidarios, tan exclusivamente hechos los unos para los otros, que ninguno de ellos podría pertenecer al mismo tiempo a dos organismos diferentes: cada ser es un sistema cerrado de fenómenos incapaz de interferen­cias con otros sistemas.

Cambio continuo de aspec­to, irreversibilidad de fenómenos, individualidad perfecta de una serie encerrada en sí misma: he ahí los caracteres exteriores (reales o aparentes, poco importa) que distinguen lo vivo de lo puramente mecánico. Obrando ahora a la inversa tendremos tres procedimientos cómicos, que llamaremos, si queréis, repetición, inversión e interferencia de series. Fácil es comprobar que estos procedimientos son los del vodevil y que no podrían ser otros.” (Págs. 70-72)

Como era de esperar, y como puede verse por cuanto queda dicho, lo cómico de las palabras sigue de cerca a lo cómico de la situación y llega a confundirse con lo cómico del carácter.

Si el lenguaje conduce a efectos ridículos, se debe únicamente a que es una obra humana, calcada con la mayor exactitud sobre las formas del espíritu humano. Hay en el lenguaje algo que vive de nuestra propia vida; y si esta vida del lenguaje fuese plena y perfecta; si no hubiese en él nada cristalizado; si el lenguaje, en suma, fuese un organismo completamente unifica­do, incapaz de fraccionarse en organismos indepen­dientes, no le alcanzaría lo cómico, como no le al­canzaría tampoco a un alma que tuviese una vida armónicamente fundida, tersa, semejante a la super­ficie de un agua serena.


Pero no hay estanque en cu­yas aguas no floten hojas secas; no hay alma huma­na sobre la cual no pesen hábitos que le comuniquen cierta tiesura y rigidez para consigo misma y para con los demás, no hay lengua, en fin, tan flexible, tan profundamente viva, tan presente en cada una de sus partes, que elimine lo hecho y pueda resistir a las operaciones mecánicas de inversión, transposi­ción, etc., a que se la quiera someter, manejándola como si fuese una simple cosa.

Lo rígido, lo hecho, lo mecánico por oposición a lo flexible, a lo vivo, a lo que está siempre cambiando; la distracción como lo contrario a la atención, el automatismo, en fin, como contraste de la libre actividad, he ahí, en suma, lo que subraya la risa y lo que aspira a corregir.” (Págs. 99-100)

EL ALMA ES GRACIA, LA CORPORALIDAD ES AUTOMATISMO

En resumen: sea cualquiera la doctrina que prefiera nuestro raciocinio, nuestra imaginación tiene ya su filosofía bien definida. En to­da forma humana advertirá el esfuerzo de un alma que modela la materia, alma infinitamente flexible, de movilidad constante, exenta de pesadez por no es­tar sometida a la atracción terrena.

Esta alma comu­nica algo de su ligereza alada al cuerpo que anima, le infunde su inmaterialidad, que al pasar a la materia constituye lo que llamamos gracia. Pero la materia se resiste obstinadamente. Atrae a la actividad de ese principio superior, y le querría infundir su propia inercia y reducirlo a un puro automatismo.

Querría fijar los movimientos inteligentes corporales trans­formándolos en contracciones estúpidas; solidificar en una perpetua mueca las movibles expresiones de la fisonomía; imprimir, en suma, a toda la persona tal actitud, que pareciese sumida y absorta en la ma­terialidad de alguna ocupación mecánica en vez de renovarse sin descanso al contacto de un ideal lleno de vida.

Allí donde la materia logra condensar exteriormente la vida del alma, fijar su movimiento, des­terrar, en fin, la gracia, obtiene en seguida un efecto cómico. Si quisiéramos, pues, definir aquí lo cómico comparándolo con su contraste, habría que oponer­lo a la gracia mejor aún que a la belleza. Lo cómico es más bien rigidez que fealdad.” (Págs. 29-30)

Las actitudes, gestos y movimientos del cuerpo humano son risibles en la exacta medida en que este cuerpo nos hace pensar en un simple mecanismo.” (Pág. 31)

Que mirada tan aguda y esclarecedora. Cuántas veces vemos en la calle personas con cierto porte rígido, "automatizado", y es cierto, despiertan una sonrisa. Todos estamos inmerso en esto de ser humanos, pero veamos otro caso que expone Bergson.

Un hombre que va corriendo por la calle, tropieza y cae; los transeúntes ríen. No se reirían de él, a mi juicio, si pudiesen suponer que le había dado la humorada de sentarse en el suelo. Se ríen porque se ha sentado contra su voluntad. No es, pues, su brusco cambio de actitud lo que hace reír, sino lo que hay de involuntario en ese cambio, su torpeza.

Acaso había una piedra en el camino. Hubiera sido preciso cambiar el paso o esquivar el tropiezo. Pero por falta de agilidad, por distracción o por obstinación del cuerpo, por un efecto de rigidez o de velocidad adquirida, han seguido los músculos ejecutando el mismo movimiento cuando las circunstancias exigían otro distinto. He ahí por qué ha caído el hombre y por qué ríen los transeúntes.

Según mi visión, esta mirada "Bergsoniana" vuelve a marcar la necesidad de estar en el Ahora, para conectar con quien soy en realidad, para despojarme poco a poco del lastre que cargo por hábito o costumbre. Esa rigidez que se expresa a través del cuerpo, encorsetado por ideas o creencias que hay que repensar, ... y algunas abandonar, esta dando indicios de la falta de espontaneidad.

Se hace preciso indagar sobre uno mismo para saber quien soy en realidad. Ya mostré en anteriores entradas la necesidad de Meditar, pues la Meditación es el camino a ese saber, es la ciencia de la observación de uno mismo.

Como ya he mostrado también: la experiencia va conformando Esquemas Mentales, que muchas veces bloquean la posibilidad de innovar, de explorar nuestra forma de relacionarnos, por ello es tan importante vivir momento a momento, estar en el aquí y ahora la mayor parte del tiempo.


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